“No es adecuado usar la palabra discapacitado”
Soy Eduardo Frontado
“No es adecuado usar la palabra discapacitado”
No soy discapacitado, ni anormal, deficiente, incapaz, minusválido, diferente, tullido, inválido, paralítico, lisiado, disminuido, impedido, inútil… ni estoy incapacitado ni postrado en una silla de ruedas…tengo cualidades distintas, soy una persona “normal”.
Una sociedad “normal” es la que está formada por seres humanos, con multitud de características, diferencias, cualidades, que son las que conforman a la persona, pero que no deberían determinar sus derechos o sus oportunidades al momento de realizar alguna actividad o al determinar su valía. ¿A qué llamamos normal? Según la RAE: “Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural”.
Lenguaje correcto
El lenguaje correcto es primordial para conseguir la inclusión. A través de las palabras podemos originar estereotipos y juicios de valor, ya que expresamos pensamientos y sentimientos que pueden influir en otras personas. Si utilizamos palabras inapropiadas, pueden perpetuar una imagen negativa y estigmatizar a las personas. Aunque no se pretenda despreciar de manera consciente, sino como parte de la cultura, es necesario suprimir esas barreras mentales que el lenguaje manifiesta.
Al referirnos a una persona con discapacidad, debemos poner énfasis en la persona y comprender que cada una es distinta entre sí. A mi juicio la llamada discapacidad es una construcción social, quiero decir que es algo que se construye a diario en las relaciones sociales entre las personas, en las decisiones que tomamos, en las actitudes que asumimos, en la manera que pensamos, construimos y estructuramos el entorno físico, social, cultural e ideológico en el que nos desenvolvemos.
Entiendo que todavía no se sabe qué hacer, puesto que no hay una terminología políticamente correcta aceptada por todos. “Minusválido” no les gusta a algunos y con “discapacitado” se conforman. “Discapacitado” les parece mal a otros y prefieren “persona con discapacidad”. A otros tampoco les gusta ésta y te exigen que digas “diverso funcional” o algún otro vocablo minoritario si no quieres que te tachen de discriminatorio. Pero claro, tienes a otros que dirán que “diverso funcional” es paternalista y, además, mucha gente no entenderá a qué te refieres, ya que no se trata de una denominación muy conocida.
Inclusión e igualdad de condiciones
Las Naciones Unidas afirma que las personas con discapacidad “incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”. Son esas barreras las que todavía nos impiden participar plenamente en la sociedad y en igualdad de condiciones
No obstante, me gustaría recalcar que esta dupla “capacidad – discapacidad”, y su par “capacitado – discapacitado”, va mucho más allá de un mero diferencial semántico, y opera con peso propio sobre la conciencia de las personas, encasillándolas en una realidad social u otra.
De hecho, en el discurso social, no suele hablarse de “capacitados”, de “personas capacitadas”, o de “personas con capacidad”. Se los da por sentado, se supone que esa condición es la prevalente, la normal, la aceptable, la compartida y valorada. Pero se habla de “discapacitados”, de “personas discapacitadas”, o de “personas con discapacidad”, para designar a los otros, los que no reúnen las condiciones supuestas y deseadas para todo ser humano. Y esta designación, que señala una “carencia” más que una “diferencia”, expresa en el discurso una construcción social que la sustenta, que le da sentido.
En busca de la “normalidad”
Para trasladarme lo hago con una silla de ruedas, pero además, necesito vialidad pública en buen estado, rampas con pendiente suave, y ascensores. Caso contrario, no puedo trasladarme con seguridad, es decir, con la seguridad de llegar a destino y de llegar sin lesionarme.
La discapacidad, que aparece como atributo personal, se materializa en las calles, en las escaleras, en la ausencia o el mal diseño de pasamanos, rampas y ascensores, y en la carencia de transporte público accesible. Es decir, por una parte, está mi limitación física, la observable en mi cuerpo, y por otra, los obstáculos que me imponen el entorno físico construido según convenciones sociales.
O sea, la discapacidad, tal como me he referido, es una construcción social. Es algo que a primera vista parece estar en mi cuerpo, pero en realidad está en el lugar que se me permite ocupar en sociedad.
Muchas veces la gente cree que sus miradas y conducta hacia una persona con cualidades distintas solo quedan en sus pensamientos, pero no es así, una de las grandes habilidades que me ha dado vivir en la diferencia es saber percibir quien te subestima, quien te sobreestima, quien te tiene miedo y quien te tiene lástima. Cuando veo ese tipo de cosas es cuando me pregunto ¿realmente el mundo en el que vivimos está preparado para ser diverso e inclusivo o es puro blablá?
Tengo cualidades distintas
Soy Eduardo Frontado, tengo 33 años y no me describo como discapacitado, prefiero decir que soy una persona de cualidades distintas, siempre he estado inserto en el mundo gracias a la tenacidad de mi madre y puedo asegurar que soy absolutamente feliz. Las personas como yo tenemos la ventaja de poder disfrutar de todas esas pequeñas cosas que nos regala la vida y valorarlas cada día más.
Tomando en cuenta todo lo que la vida me ha dado y enseñado, me contenta decir que mi historia es exitosa. Pienso que la inclusión de personas con cualidades distintas significa entender la relación entre la manera en que las personas funcionan y cómo participan en la sociedad, así como garantizar que todas tengan las mismas oportunidades de participar en todos los aspectos de la vida al máximo de sus capacidades y deseos.
El ser humano debe ser del tamaño de sus sueños. La clave de éxito de las personas debe ser siempre buscar oportunidades hasta en las adversidades.